Cuarto día.
Esta vez nos despertamos a las cinco de la madrugada, y poco después sentimos un temblor en el edifico. Se ha producido un terremoto de la escala 6 de Richter en alguna zona de la isla (que acojono...), y en la recepción del hotel nos han informado de que es algo muy habitual sentir pequeñas vibraciones en la ciudad (bufff...)
Aprovechamos el madrugón para conocer la Lonja de Tsukiji, un gigantesco núcleo gastronómico que palpita a un ritmo frenético. Aquí los trabajadores gritan, cortan bloques de hielos, transportan pescado, escupen, paran a fumar..., por la forma de trabajar tan enérgica y eficaz que tienen, uno entiende como Tokio a pasado a ser una de las ciudades más impresionantes del mundo.
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Después de tanto estrés desayunamos en Ginza, una zona comparable a la Quinta Avenida de Nueva York, las grandes boutiques están a punto de abrir pero el consumismo snobista que caracteriza la zona es escaso. Paseamos por sus grandes calles y decidimos volver una próxima vez, en su mejor momento a poder ser (próximamente).
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Nos llama la atención un Aquarium que se encuentra en plena calle, concretamente a puertas del edificio Sony, y nos sorprendemos aún más cuando vemos echando fotos a los peces al gran Juan Luis Guerra (¿querría ser un pez para ahogar su nariz en la pecera? jejejeje....)
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